(a Darinka)
He visto a la noche hundirse
en la profundidad de tu canto,
sosegada y salvaje,
en tu sangre se anida
la negrura de mis ojos cansados,
en ti la tierra es una ola magnífica
donde peces y sueños
nadan hacia tus brazos,
ah, en ti todo es sinfonía:
hay una bastedad
que nace de las manos,
que no se detiene nunca,
hay los espejos,
la calle donde las sobras danzan
su necesario reconocimiento,
hay los rituales,
los rojos labios
azules de deseo;
en ti la desesperación
alta y ordenada de los incendios,
en ti los nombres,
en ti todos los nombres
que nacen del silencio,
dentro de ti el canto de la noche:
la caracola verde
donde circulares voces
hacen llover la lenta lejanía
de todo el universo.
