martes, 25 de enero de 2011

Mensajería no instantánea

I

yo sé que soy nada,
que no puedo
sino quererte inútilmente,
perseguirte a todas horas
como un ciego:
con desesperación
y orugas;

amor mío,
esto es el malabar
de los días,
la agitación que me hunde
entre tus nombres
y tu cuerpo.

II

Algo como ese infierno lateral
que nace de tus ojos,
algo como todas las lenguas
que no te llaman,

amor mío,
ya no basta ser alegoría
o sangre:
hay que sufrir sin detenerse,
sin esperar la carne
o el silencio,

amor,
debes saber
que este desamor
es todo lo que tengo.

III

Quédate
porque la noche existe,
porque así tan juntos
la agitación es melodía
y no hay nada más dulce
que bailar
y dormir
y necesitarse.

IV

Esto es lo que yo te doy:
amor que se confunde con la carne,
con la desesperación de las cosas
que no tienen nombre,
amor que es fuego
y es olvido,
y es todo lo deseado
lo maligno.

V

Tan fácil como esperar,
y decirte nada,
y esperar
y esperar
y sentir toda esta sangre
que te llama
con todo lo que somos:
esa desesperación
tan necesaria...

Pero amor,
yo no sé si estás,
yo no sé
si me llamas.

Encuentro

Hace tanto
que estábamos tan lejos,
tan llenos de pretextos
y dolientes costumbres,
hace tanto
que no decías mi nombre,
que no me pensabas
como parece que me piensas,
pero yo sólo creo
que todas estas cosas
son tristes coincidencias

hace tanto
que estábamos
tan cerca.